viernes, 19 de febrero de 2016

Tentación

   Con cierta frecuencia, mientras voy caminando por la vereda o estando sentado a la vera de la ruta (como en este momento), viendo pasar a mi lado autos, camionetas, colectivos y camiones, siento un impulso repentino y me imagino saltando, en el último segundo, a la calzada, al encuentro del vehículo, para ser atropellado por éste. No sabría explicar la razón de esta idea (creo que sería absurdo buscar un por qué, en todo caso), pero nunca pasé del pensamiento a la acción porque no tengo el valor ni la insensatez necesarias para llevarlo a cabo. Aún.

miércoles, 17 de febrero de 2016

Crónica de una (casi) muerte (casi) anunciada

"Carpe diem, quam minimum credula postero"

Homero, Odas, I, 11.



"La vida es una obra de teatro que no permite ensayos. Por eso, canta, ríe, baila, llora y vive intensamente cada momento de tu vida antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos"

Sir Charles Chaplin.


*van en auto por ruta, Tyler maneja, el Protagonista en el lugar del acompañante, dos miembros del Proyecto Caos en el asiento de atrás. Tyler se cruza de carril y encara directo a un camión que viene de frente*
PROTAGONISTA (a Tyler) - ¿Qu... qué estás haciendo?
TYLER - ¿Qué desearían haber hecho antes de morir?
MIEMBRO 1 - Pintar un autorretrato.
MIEMBRO 2 - Construir una casa.
TYLER (a Protagonista) - ¿Y tú?
PROTAGONISTA - No sé... nada. Ve por tu carril.
TYLER - ¡Tienes que saber! ¿Si murieras ahora, qué pensarías de tu vida?
PROTAGONISTA (aterrorizado) - ¡No sé! Nada bueno. ¿Es eso lo que quieres oír? ¡Vamos!
TYLER - No es suficiente.
PROTAGONISTA - ¡Déjate de joder! ¡Tyler!
*en el último momento, Tyler pega el volantazo y esquiva el camión*

Fight Club. Dir., David Fincher.



   Como estas, hay un montón de frases más sobre vivir el presente, hacer (y decir) todo lo que se quiere antes de morir porque nunca se sabe cuándo va a pasar y eso. Por supuesto, por diversos motivos (muchas veces financieros), uno no puede hacer todo lo que quiere y lo deja para más tarde. Pero para decir algo no se necesita tener plata y, aún así, mucha gente muere sin haber arreglado sus diferencias con otra persona, sin haber expresado su aprecio por un amigo o sin saludar a su abuela con un abrazo por ignorar que podía ser la última oportunidad para hacerlo. Por esta razón uno termina expresando frente al féretro y en redes sociales todo lo que por alguna razón no dijo en persona al fallecido, para aliviar un poco el pesar causado por su cobardía (llamémosle así). Pero los muertos no oyen ni usan Facebook, por lo que el sobreviviente queda con el cargo de conciencia, el "debí haberle dicho que...".

   Hasta acá no dije nada que no se haya dicho antes pero ¿y si el muerto tuviera conciencia de todo esto? Cual fuera el destino de uno al fallecer, se lamentaría de no haber escuchado todo lo que alguien tenía para decirle. Peor aún, quizá esa otra persona tuvo la intención de expresarse y, apurado por un tiempo que ignoraba ya no iba a tener, contestó con un apresurado "después contame, chau". "La puta madre, ¿qué me habrá querido decir?" pensará el espíritu errante.

   Con cierta frecuencia suelo pensar en todo esto, sobre todo cuando saludo a alguien al pasar o me enojo con alguien y me voy casi sin despedirme ("¿y si me muero y ésta/e cree que me morí todavía enojado?"), pero hoy en particular me vino a la mente con gran ímpetu (de otro modo, tal vez no estaría escribiendo esto).

   Hoy fui al centro a hacer unos trámites que me llevaron casi toda la mañana. Llegué a casa a las 11:00 (minutos más, minutos menos) y, como mi mamá no vuelve hasta pasado mediodía, iba a estar yo solo algo más de una hora. Nada más atravesar la puerta, sentí un dolor opresivo en el pecho, gran dificultad para respirar y un mareo que me obligó a buscar apoyo en la puerta aún abierta. No era la primera vez que padecía esto que, según dos amigos médicos que conocí en la Cruz Roja, era un pre-infarto o angina de pecho (francamente perdí la cuenta de cuántas veces me pasó, y ni siquiera recuerdo la primera). Ante esto siempre había procedido de la misma manera: calmar la ansiedad, concentrar mi mirada en un punto fijo y respirar muy pausadamente e inhalando poco aire (respirar hondo sólo agudizaba el dolor). La diferencia de las veces anteriores con respecto a ésta es que hoy perdí mis fuerzas para sostenerme a la puerta y seguir de pie, todo se fue nublando hasta apagarse y caí al suelo inconsciente.

   Como al Chavo cuando le daba la garrotera, salpicarme un poco de agua sirvió para despertarme. Siempre había renegado del hecho de vivir en una pensión con patio compartido, hasta hoy: un vecino, al pasar junto a mi puerta para ir a su rancho, me vió tirado en el suelo y decidió entrar a reanimarme. Según me contó, no reaccioné a sacudidas ni a gritos (siempre dije que no duermo, sino que entro en coma), así que optó por tirarme agua para hacerme volver en mí.

   Rara vez actúo de manera lógica/correcta/ideal (me gusta complicarme la vida), y hoy no iba a ser la ocasión: en vez de contarle la verdad, le dije que me desmayé seguramente al bajarme la presión por el calor y por no haber desayunado. Me senté, tomé un poco de agua, palpé el chichón producido al cabecear el piso en mi desplome y despedí a mi vecino prometiéndole tomarme las cosas con calma. Busqué mi tensiómetro y me medí la presión: 160/90. Alta para cualquiera que no sea yo; por desgracia, esa cifra está en el rango de lo que yo llamaría "normal". Pensé en llamar a un médico o acercarme al hospital, idea que, como siempre, descarté casi de inmediato (por un variado abanico de razones que se resumen todas en que soy un pelotudo).

   Miré la hora y eran las 11:50. Estuve más o menos 45 minutos inconsciente. Atiné a putear, antes que nada, porque tenía que ir volando a la veterinaria a comprar alimento para gato y volver para cocinar. En segundo lugar sentí alivio de que haya sido un vecino (el único de confianza, además) y no mi madre quien me encontrara, lo cual hubiera significado muchas explicaciones que dar y preocupaciones (quizá bien fundadas, lo admito). Después de eso pensé en todo lo que expresé al comienzo de esta nota: ¿y si no despertaba? ¿y si en este momento, en vez de estar escribiendo esto, estuviera en la morgue o dentro de un cajón en la sala velatoria de De Bonis? Iba a dejar incumplida la promesa de hacer un gol el próximo partido, un café pendiente, trámites a medio terminar, varios "vistos" en chats y whatsapp, muchos "nos vemos" que no iba a poder cumplir más. Cosas que ya no habría podido hacer y, por lo cual, me iba a arrepentir toda mi vida (mejor dicho, toda mi muerte).

   Según la teoría del suicidio cuántico (mi experimento mental favorito), existe al menos un universo en el cual morí por el episodio de esta mañana; dicho de manera más cruda, el universo en el que estamos ahora es el único (de los infinitos existentes) en el cual sigo con vida, el único en el cual tengo la oportunidad de decir lo que tenga que decir (que creo que es mucho, aunque para casi todo ya me es algo tarde) y escuchar todo lo que tengan para decirme (que probablemente no sea poco).

   Por supuesto, cuando vuelva a ser plenamente consciente de lo miserable de estar en este plano de la existencia, volveré a llenar mi mente de preocupaciones más terrenales y dejaré todo esto en mi lista de procrastinación indefinida. Solamente quería aprovechar el shock emocional para poder expresar este pensamiento. Si dejo pasar esta ocasión de hacerlo, quizá no vuelva a tener otra.

"So as you walk out the door
Take care, and always be sure
That the ones in your life
Know that you love them tonight
Fate has one guarantee
And we all must agree
That the best laid plans
May all change by tomorrow".

"God willing", de Dropkick Murphys.