domingo, 31 de diciembre de 2017

Fin de fiesta

   - (Dudando un poco) Si querés que venga otra vez, a quedarme aquí contigo, en la noche quiero decir...
   - Claro que me gustaría que pasáramos juntas otra noche.
   - Bueno, no hay problema. A mí no me importa, Chunga. Más bien...
   - Espera, déjame terminar. Me gustaría, pero no quiero. Ni que vengas a pasar otra noche conmigo, ni que vuelvas para acá.
   - ¿Pero por qué, Chunga? ¿Qué he hecho?
   - (La mira un momento, muda, y, luego, le coge la cara, como otras veces) Porque eres muy bonita. Porque me gustas y has conseguido que me compadezca de tí, de tu suerte. Eso, para mí, es tan peligroso como enamorarme, Meche. Ya te lo he dicho. No puedo distraerme. Perdería la guerra. Así que no quiero verte nunca más aquí.

   VARGAS LLOSA, Mario. La Chunga/El loco de los balcones/Ojos bonitos, cuadros feos. 1° ed. Buenos Aires: Alfaguara, 2009. pp. 99-100. ISBN: 978-987-04-1184-0.
   Plantero bajo un ceibo en flor (34° 20' 42,09" S; 58° 48' 41,59" O), Colectora Oeste Ramal Escobar, Belén de Escobar, Buenos Aires, Argentina. Octubre 28, 2017. 08:04 hs.

viernes, 6 de enero de 2017

Snipers

   Mediodía de Día de Reyes, viernes de verano post-tormenta. Laprida casi Centenario. Dos niños, uno a cada lado de la avenida, jugando a los francotiradores con sus respectivos rifles de juguete, en apariencia, nuevos. Uno en la plaza, tras un viejo eucaliptus; el otro usando un kiosco de diarios como escondite. Éste último dispara ("PUM") y se cubre. Recostado contra el puesto de revistas, recarga. Con su arma ya lista, asoma la cabeza y observa hacia la arboleda. Los autos y los peatones entorpecen su visión por momentos, pero él no les presta atención. Ni siquiera pestañea. Busca a su oponente con cautela, pero no hay rastro de él. Está escondido detrás de uno de los árboles al otro lado del asfalto, pero no sabe de cuál. Mientras, a su lado, un gato blanco y gris se relame, sentado, ajeno al enfrentamiento. El francotirador lo mira de reojo, cambia su arma a su mano izquierda y, con la derecha ya libre, acaricia al felino que se entrega mansamente al afecto del humano. "PUM". Una figura, asomándose tras un árbol frente a ellos, les dispara aprovechando la distracción. No hay reglas en la guerra. El francotirador deja a su mascota ocasional y, desesperado, busca cobertura tras el kiosco de diarios. Su enemigo observa, desde su posición, con su arma apuntando, esperando un nuevo descuido del que se encuentra ahora arrinconado para dar el tiro de gracia. Se levanta y empieza a avanzar con cautela hacia el escondite, siempre con el dedo sobre el gatillo y la mira en el objetivo. El gato, luego de ser abandonado a su suerte, se relame un momento más y se deja caer sobre el césped. Está herido, quizás ya muerto. En todas las guerras hay mártires, muertos inocentes, ajenos al enfrentamiento. Los llaman "daño colateral". Los autos y los peatones siguen pasando a través de la tierra de nadie. Un francotirador gana terreno mientras el otro, con la respiración agitada, junta fuerzas y valor para jugarse el todo por el todo, matar o morir. Quizás haya un vencedor, quizás ambos se maten mutuamente. De cualquier manera, esta batalla pronto terminará. Luego tomarán posiciones para comenzar una nueva.