viernes, 28 de agosto de 2015

La canción sigue siendo la misma.

   02:23 a.m., estoy acostado viendo la película de Led Zeppelin, The Song Remains The Same, por enésima vez en TCM. Están tocando Stairway to heaven, justo recién empezó el solo. La Gibson de doble mástil de Jimmy Page es todo lo que está bien en esta vida.

   Hay solo dos películas que podría ver una y otra y otra vez sin cansarme: Hombres de Honor, y esta. Igual, esta vez no la estoy disfrutando. Estoy intranquilo, no puedo dormir. Muevo el pie derecho con nerviosismo, como un tic incontrolable, como si estuviera marcando el ritmo de un solo de DragonForce, como si Joey Jordison se estuviera mandando alto solo de batería con un solo pedal de bombo. Algo me quita el sueño, pero no logro identificar qué.

   Renuncié al laburo y ando tirando currículums; estoy buscando mi quinto trabajo en menos de un año. Lo que fácil viene, fácil se va, así que no me caliento. Pronto llegará.

   Invité a salir a la mina que me gustaba y no me da pelota, pero tampoco me mandó al carajo. Lo importante es que hice lo que tenía que hacer; no me salió, pero tengo la tranquilidad de no haberme quedado callado, que es lo importante. De todas formas no creo que hubiéramos funcionado, por eso "me gustaba" y no "me gusta"; asumí que era una causa perdida así que no me preocupa.

   Me está yendo como el orto en la facultad. Me cabe por querer ser astrofísico, pero con un par de videitos de Youtube le saco la ficha a ese problemita de mierda de termodinámica en el que me quedé estancado. Y mi vieja insistiéndome para que estudie para despachante de aduana; capaz le de el gusto el año que viene.

   No, che. No logro identificar la causa de mi inesperado insomnio. Hoy no dormí la siesta así que debería estar cagado de sueño; debería estar durmiendo plácidamente, como los bebés de las publicidades de Pampers. Pero no, estoy dándole vueltas a un asunto sin siquiera saber cuál es. Y esta misma incógnita me quita aún más la calma, si es que aún hay calma por quitar.

   Estoy tapado con una sábana, de esas que se usan en verano: blanca, algo transparente, con ella uno se siente más fresco aún que sin ella. Pero a mi me da calor. Me estoy cagando de calor. Siento que me arden las piernas.

   Me destapo. Enseguida siento frío, ese frío que hiela hasta los huesos; como estar a la intemperie momentos antes del alba. Es increíble como un simple pedazo de tela de menos de un milímetro de espesor puede hacer la diferencia entre Siberia y la siesta sahariana. He aquí otro problema de termodinámica irresoluto.

   Reposo boca arriba, mirando al techo... bueno, no precisamente al techo, sino a la parrilla de la cama superior de mi litera; particularmente a un listón de madera que tiene un nudo ovalado con una especie de pupila vertical en su centro, sorprendentemente parecido al Ojo de Sauron. Así me siento, como si tuviera frente a mi al mismísimo Señor Oscuro.

   Pongo la almohada sobre mi frente, forzándome a mantener los ojos cerrados. No me siento cómodo reposando mi cabeza directamente sobre el colchón. La almohada vuelve a su lugar y yo cambio de posición. Me acomodo sobre mi costado derecho... miento, no logro acomodarme; recostarme hacia la pared solo logra mantener, e incluso aumentar mi ansiedad. 180 grados sobre mi columna. Me siento mejor sobre mi lado izquierdo, tanto que vuelvo a indagar las regiones más profundas de mi cerebro en busca de ese cuento inconcluso, ese círculo sin cerrar que no me deja viajar al país de los sueños.

   03:32 hs. Termina la película. Me levanto, busco en mi mochila, como quien busca una respuesta a todas las incógnitas del universo. No encuentro la respuesta, pero si un paquete de Benson & Hedges por la mitad. Con el botín en mis manos salgo al patio del frente a meditar bajo la Luna casi llena. Mi gata me escucha, se levanta de su lecho, un montón de ropa desparramada en la cama de arriba (la cama de Sauron) y decide acompañarme.

   Ya en el patio, perfilado hacia el sur, prendo el primer pucho. Busco la Cruz del Sur, como siempre lo hago. No la veo; para la fecha y hora que es ha de estar por debajo de la línea del horizonte. No estoy seguro, la contaminación lumínica y las casas al otro lado de la plaza me impiden comprobar mi teoría.

   Rastreo la bóveda celeste en busca de una constelación amiga; al Este encuentro a Orión enfrentando a Tauro para poder llegar a las Pléyades, objetos de su deseo. En esta eterna batalla estelar estoy del lado del toro. Hacia el Oeste me observa la Luna, brillante, inmaculada; no hay estrella ni nube alrededor que desvíe mi atención de ella. Sólo un acertijo sin origen ni respuesta dando vueltas en mi cabeza.

   Otro cigarrillo. Unos ladridos distantes rompen el silencio reinante en la madrugada del último viernes de agosto. Definitivamente siento más frío acá que estando destapado en la cama, pero a la vez me siento más cómodo. Es un frío que llega solo hasta la piel, y en el calor interno del cuerpo encuentra un adversario que lo iguala en fuerzas, logrando entre ambos equilibrar la balanza. Que cosa hermosa la termodinámica.

   Pasan los minutos, los cigarrillos, algunas motos por la avenida. Pasan mis pensamientos. No logro descifrar el enigma. Es mi energía oscura; sé que está ahí, puedo sentir sus efectos sobre mi universo, pero desconozco su naturaleza.

   Busco otro cigarrillo y me encuentro con el paquete vacío. Cosas que pasan cuando se dispara sin contar las balas, ensimismado en las profundidades de la mente, navegando sin rumbo en medio de una feroz tormenta de madrugada austral.

   Derrotado por mí mismo, decido volver a la frialdad de mi lecho. Abro la puerta y dejo pasar primero a mi gata, que vaya uno a saber dónde estuvo todo este tiempo... hablando de tiempo, ¿cuánto habré estado afuera, de pie, inmóvil, como un gnomo de jardín fumador y pensativo?

   Miro mi celular, 04:56 hs. Una hora y pico, no recuerdo bien, y no estoy para hacer memoria. No más. Un último repaso por las novedades de Twitter: algunas fotos de la nave Soyuz subidas por la NASA, nada interesante.

   Vuelvo a la cama, bajo la atenta mirada del Ojo de Fuego (en este caso, de madera). Morfeo golpea a mi puerta y lo recibo sin muchas ganas. Se sirve un vaso de whisky y se sienta a mi lado a presenciar la batalla entre mi cansancio y mi incertidumbre. Éste último es un hueso duro de roer, pero tarde o temprano caerá ante el primero. Solo entonces el dios de los sueños me posará en sus brazos, asegurándose que yo no pueda oponer resistencia y consiga dormir de una vez.

   Cuál fue el motivo de mi vigilia extendida, quizá nunca lo sepa. Quizá al despertar lo descubra, como quien recuerda de pronto que olvidó algo al salir de su casa. Quizá lo descubra en un sueño. Quizá al despertar no quede rastro del incidente de esta noche, guardando esta aventura en el cajón de las anécdotas.

   Suficiente incertidumbre por una noche. Me voy a dormir, cuando quiera que eso pase.

miércoles, 26 de agosto de 2015

Muralla de cristal

   ¿Qué es lo que nos hace ser como somos? ¿Son las experiencias;el cómo nos criaron? ¿O cada quien elige cómo quiere ser? Creo que es un poco de ambas.

   A mi me criaron rompiéndome el lomo, esto es, cagándome a garrotazos, pero también haciéndome laburar. Mi currículum y mi hernia dan cuenta de ello. De ahí que no soporte estar al pedo un momento. Es lindo, si, pero necesito estar ocupado haciendo algo.

   También me acuerdo que si hacía algo mal mi viejo me pegaba una laceada. No había margen para el error. Recuerdo que siempre me decía "ni se te ocurra venirme con menos de 9 en la libreta". Si, un 8,66 ya era merecedor de un cintarazo. Y menos de tres dieces también. Puede que a eso se deba el que sea tan perfeccionista, aunque ahora nadie me va a garrotear si hago algo mal. De hecho, a muchos les desespera verme hacer las cosas con excesivo esmero.

   Otra cosa que no me gusta es hacer mandados. Siempre que me mandaban a hacer algo y salía mal, me echaban la culpa. Total, siempre es más fácil echarle la culpa al mandadero.

   Ahora que me doy cuenta, todo esto es la base de mi miedo al fracaso. Por eso prefiero nunca intentar nada. Bueno, prefería, hasta que entendí que no tenía que tomarme el fracaso tan a pecho (que todo me chupe un huevo, bah). Como dicen, el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. Yo lo intento, total, ¿qué es lo peor que podría pasar?

   Otro de mis miedos, y creo que el único objéto físico al que le tengo un cagazo, es a (te doy un momento para que intentes adivinar, pero te juego la birra a que en tu puta vida lo vas a imaginar. ¿Pista? Gajes del noble oficio de la gomería)...





... ruedas de camiones *risas grabadas*. No, en serio, les tengo un cagazo bárbaro. No Puedo pasar por al lado de un camión sin ponerme nervioso, con palpitaciones y todo eso. Y no es por el temor a que exploten (que también), sino por el aro de la llanta, un anillo de acero de unos 50 cm de diámetro, 3 de ancho y 0,5 de espesor. ¿Te imaginás la fuerza con la que sale disparado semejante fierro de como 5 kg de una rueda inflada a 120 lb/pulg²? Para que te des una idea, puede atravesar una pierna y un techo con cieloraso, y seguir varios metros más todavía... ¿cómo? ¿atravesarle la pierna a alguien? Oh si, preguntale a cualquier gomero si no me creés. Especialmente al que vivía a la vuelta de mi casa. Tuvo suerte, el aro no le atravesó la gamba, le quedó incrustado nomás (je, "nomás"). Le salvaron la pierna, pero estuvo (sin exagerar) casi 2 años enyesado. Y desde entonces que anda con muletas, y de esto ya harán unos 10 años.

   Pero no todo es trauma y sufrimiento y aros de acero asesinos voladores. También hay cosas buenas que te marcan. En mi caso, la radio.

   Prender la radio y escuchar a una criatura de 10 años haciendo un programa de chamamé un domingo a la siesta no es cosa de todos los días. Siempre me llamaban invitándome al cumpleaños de una abuela, un asado o la novena de algún santo. Y yo iba, si me llevaban mis viejos, claro. Obvio que era el centro de atención: "todos los domingos te escuchamos", "que orgullo que a alguien tan jovencito le guste el chamamé", y así. Te debés estar cagando de risa, pero era muy incómodo. Se deshacían en halagos hacia mi, y he ahí la rrazón de que me incomode ser halagado. Si acepto una felicitación es por pura cortesía, aunque casi siempre de mala gana.

   Y así son las cosas que forman nuestro temple. En su momento pasan sin que nos demos cuenta, pero de un momento a otro nos vemos pegando un sapucay cuando suena un dos hileras en la madrugada. Es un acto reflejo que te sale del alma, como todo.

   ¿Te pusiste a pensar el por qué? ¿Qué te hizo ser como sos?

viernes, 14 de agosto de 2015

La misma mierda con distintos nombres.

   La otra vuelta andaba con Cathy en el 104 yendo a la casa de no-me-acuerdo-quien. Como siempre, ella hablando y yo escuchando el 15% de la intempestiva catarata de cosas de las que hablaba, y no me acuerdo como ni por qué terminamos hablando de este blog, de la paja que me da escribir cosas como las que estás leyendo en este momento en mi cuaderno, cual borrador, para después publicarlas acá, que tenía varias ideas en mente, pero que justamente por esta falta de voluntad no salían de mi cabeza y de que el tema de esta entrada era una de esas ideas y que probablemente iba a ser la primera en ver la luz.

   Viéndolo desde una perspectiva más amplia y absolutamente racional (perspectiva a la que siempre recurro para analizar todas las variables y calcular los posibles resultados antes de llevar a cabo una acción, para después lanzarme al vacío, maniatado y con los ojos vendados, refugiándome en un simple pero convincente "¿qué es lo peor que podría pasar? total, mañana voy a tener una anécdota más para contar"), me pregunto "¿a quién carajo le importa saber todos los apodos que tengo?, ¿a quién carajo le importa este blog?, ¿a quién carajo le importan los blogs personales donde la gente como yo deja plasmadas sus historias de viajes, (des)amores, pérdida, depresión, libertinaje, anarcoadolescencia, y demás cosas que solo nosotros conocemos bien (o casi bien), pero igual nos volcamos a leer experiencias ajenas, como la chusma insaciable que somos?, ¿a quién caraj...?", y así en una sucesión infinita de indiferencia que ¿termina? en un "¿a quién carajo le importa/n el/los universo/s?". Bueno, en respuesta a la primer pregunta de la cadena esta, puede que a nadie le importe saber todas mis identidades pero las hago públicas de todas formas, como simple curiosidad (mía y tuya, porque si llegaste hasta acá estoy seguro que vas a seguir leyendo. Y no te juzgo, la curiosidad es el más fuerte de los instintos animales), porque le dije a Cathy que iba a publicar esto y soy un tipo de palabra (nunca falto a una promesa y esas huevadas), y porque se me cantan las pelotas. Después de todo, ¿qué es lo peor que podría pasar?

   En fin, la lista es bastante larga, aunque no sé cuál será el promedio de sobrenombres que tiene una persona, y voy a intentar explicar masomeno el origen de cada apodo en cuestión, así que esto va a ser todavía más largo. De hecho, sólo esta suerte de introducción ya es como el doble de lo que iba a ser originalmente, porque a pesar de ser un pajero inexpresivo, cuando arranco no paro más.

   Bueno, basta de irnos por las ramas. He aquí la lista de Tapia (?), con sus cortas (?!!!) y no muy interesantes historias y protagonistas:
  •     Seba: El clásico, el lógico, el apócope por excelencia del nombre Sebastián. Lo usan desde que tengo memoria y fue el único hasta que entré al polimodal, esto es 2008. Claro, hasta ese entonces yo era el único Sebastián de la clase, de la familia, de la junta, del barrio... parecía ser el único con mi nombre en todo el puto universo. Ni en las novelas había algún personaje que se llamara Sebastián, ni en las películas, ni en nada. Me viene a la mente el cangrejo de La Sirenita (nunca me cayó bien ese personaje pelotudo y justo se viene a llamar igual que yo). ¿Algún famoso con mi nombre? Y... Loëb, Bach, Chabal, Gaboto, Elcano, Estevanez, Battaglia, Saja, Joan Sebastian... pero nadie en el barrio Jardín oyó en su puta vida hablar de alguno de estos (excepto tal vez de los futbolistas, el actor, y tal vez Joan Sebastian). Eso sí, nunca falta (ni va a faltar) el que escucha mi nombre y automáticamente lo asocia con Sebastián Mendoza.
  •    SebasT: Cuando entré a la escuela Frondizi a hacer los últimos 3 años de mi escolaridad me dieron a conocer el juego Mu. Lo empecé a jugar con unos compañeros y terminamos amigándonos, formando el grupo del curso/clan del Mu "Meteora" (por el disco de Linkin Park, y así descubrí que también tenía gustos musicales parecidos a los de ellos). Dos de estos pibes, Angelito y Tortuga, vivían en la misma cuadra, muy cerca de la escuela, así que siempre terminábamos por ahí. Y empecé a juntarme con los otros pibes de esa cuadra, entre los que ya había un Sebastián, así que surgió la necesidad de diferenciarnos. Por aquel entonces mi canción favorita era el Canon Rock, una versión eléctrica de la obra de Pachelbel interpretada por un guitarrista taiwanés llamado JerryC, entonces yo, en vez de escribir "Seba" por todos lados, escribía "SebasT". No me había puesto a pensar en la pronunciación, hasta que Majo la interpretó como "sebasté". Y gustó, y pegó, y quedó. Y, dentro de todo, sigue siendo mi apodo favorito.
  •    Tapia: No se si será un apodo como tal, pero tiene su historia: con el tiempo me hice conocido en la escuela (a base de hacer pelotudeces y ser el arquero de fútbol y handball por antonomasia de la escuela, más que nada), pero, por razones desconocidas, los de los otros cursos, profesores, preceptores y hasta el mismo rector me decían simplemente Tapia. Como la Frondizi es la típica escuela en la que el 90% de los alumnos/profesores son del barrio, y yo vivía a unas 10 cuadras y sobre la calle principal, todos los días pasaba alguien que me saludaba con un "Eh, Tapia". Esto siempre molestó a mi viejo, don Blanco, que me increpaba diciéndome "ahora sos Tapia nomás, ya no sos más Blanco". Para ese entonces la relación con mi viejo era una convivencia forzada y cada vez que nos dirigíamos la palabra terminaban volando cosas, así que yo le hacía peor y le pedía a la gente nueva que me llame Tapia, lo cual sigo haciendo hasta ahora, como rechazo hacia el apellido de mi viejo y (casi) todo lo que representa.
  •    Saiyaman: Creo que acá empiezan las historias cortitas (o eso espero). Resulta que en 2011 por ahí empecé a usar bandana en la cabeza por la dificultad y el desgano de peinarme (y esto me trajo varios sobrenombres que veremos más adelante). Prácticamente no salía de casa sin la cabeza cubierta. En uno de mis innumerables viajes al Molina Punta, yendo a jugar a la pelota en lo de Ángel con los caú, Mosqueira al verme comenta que me parecía al Saiyaman. Y quedó.
  •    Loco del Jardín: Este se remonta a mi época de cumbiero-que-escucha-Adrenalina-y-Sapukay-FM-intento-de-seguidor-de-Eclip'c-que-hace-un-programa-de-radio-de-cumbia. No me enorgullezco de esa etapa de mi adolescencia, pero tampoco me arrepiento de ella ya que conocí a varios buenos amigos. Para todo ese rejunte de 100% negros cumbieros yo era "Seba, el loco del Jardín". Incluso en una canción de Iluminados me nombran, como el típico saludo en las canciones de cumbia-rock, aunque no recuerdo exactamente qué canción era.
  •    Coatí: Este es quizá el más extraño de la lista. Fue obra de un tal Gordo Jorge que iba en noveno, un año más que yo, cuando entraba en la 158, y prácticamente toda su junta me llamaba así. Todavía me los cruzo y me siguen diciendo Coatí, aunque nunca me atreví a preguntar el por qué de tan peculiar sobrenombre. Mejor dejémoslo así.
  •    Blanquito: El infaltable diminutivo del apellido. Para todos los amigos de mi viejo yo soy Blanquito. Y para algunos amigos míos también, pero no por ser el hijo de don Blanco, sino por el personaje de Irene, yo y mi otro yo, un albino parricida y rarito con claras tendencias psicópatas. No seré albino ni parricida, pero siempre fui un rarito y solía (suelo) expresar ideas un tanto psicópatas. Además me apellido Blanco, el complemento ideal.
  •    Pequeño Tapia: Surgió durante una de tantas noches de alcohol tratando de conquistar el mundo en la vieja florería (a.k.a la casa de Geropa, donde nada puede malir sal) (N. de R.: todo lo que recuerde que pasó en la casa de Geropa en realidad es un "creo que pasó así". Puede haber más de una versión de la historia). Deriva de la escena de Los Simpson en la que Kent Brockman dice "pues hoy no habrá camión de bomberos para el pequeño Bart, ni suéter para la pequeña Lisa, ni salchicón francés para el pequeño Homero". Si mal no recuerdo, me habían invitado a Bolilla y yo me negué alegando que no tenía ropa decente o algo así (mentira, no me gusta el boliche, y menos Bolilla), y Robert comenta "no habrá Bolilla para el pequeño Tapia. Algunas risas después y me sigue llamando así.
  •    Enano: Este es obra de mi vieja. Aunque ya no debería aplicar, puesto que tenemos la misma altura. Pero es mi vieja, ¿qué le voy a decir?. Además es el nombre de una canción de Las Pastillas del Abuelo que, según algunos (ella incluida), me describe bastante bien.
  •    Barba Jr.: No, el Barba no es mi viejo. Tampoco es Dios, aunque bien podría. El Barba es un personaje. La personificación del bohemio. Cliente frecuente del bar donde laburaba con Tarta y Geropa, desde la cocina lo veíamos en el salón y lo saludábamos. La razón de este sobrenombre es que, al igual que a mí, al Phil Robertson de Corrientes siempre, pero siempre, se lo ve con una bandana cubriéndole la cabeza. Empezó como un chiste, una burla, pero ojalá pudiera llegar a ser como el Barba.
  •    Zohan: Si no me equivoco, fue lo primero que me dijo Mario una vez que fui a buscarlo a Ernesto y hacía como mes y medio que no me afeitaba. Hasta ahí llegó, pero reflotó en el último tiempo gracias a Emilio.
  •    Osama / Bin Laden / Saddam / Iraquí / Palestino / Musulmán / Al Qaeda / ISIS / Terrorista: Todos ideados por distintas personas, pero por la misma razón: ¿cómo hacés para no acordarte del quilombo que hay en Medio Oriente cuando ves a un flaco con barba y un trapo en la cabeza? Varias veces me han preguntado si tenía bombas o dónde las puse. Por lo general, suelo plantarlas en la B.
  •    Pirata / Jack Sparrow: Otra vez la misma cantinela. Barba y trapo en la cabeza. No tengo mucho más que decir de esto. Como nota de color, el cerebro detrás de estos sobrenombres fue un inspector del 110.
  •    Capiatá: Se puso de moda después del partido de Boca contra el equipo paraguayo homónimo. ¿Se acuerdan que un jugador de Boca dijo "sería una catástrofe perder con Capiatá"? Bueno, lo fue. ¿Y qué mejor que llamar así a un hincha de Boca cuyo apellido puede "confundirse" con el nombre del equipo guaraní? Tapia, Capiatá... see, e' maomeno lo mismo.
  •    Gato Dumas: "Ah, mirá vos, sos chef. Te vamos a decir Gato Dumas". La creatividad en todo su esplendor (igual, peor es que me digan Master Chef. Ni me nombres ese programa de mierda porque te cago a ollazos). De todas formas me gusta este apodo. Y tiene más tiempo del que podría creerse; me acuerdo que cuando era chico veía con mi vieja el programa del Gato Dumas en Utilísima. Y las veces que yo la ayudaba a cocinar (lo primero que hice fue una salsa blanca, me acuerdo perfectamente), me comparaba con el. Buenos recuerdos, che.
  •    Fellatio: Me llaman así porque decirme "Chupada de pija" quedaba feo. Bueno, no... en realidad fue idea de un amigo de mi jefe, un tipo re buena onda (heavy, más no metacho. Tiene un par de bandas pero no me acuerdo los nombres), que me vió con la bandana puesta (otra vez el trapo, si) y me comparó con Txus di Fellatio, de Mägo de Oz. De mis apodos favoritos, justamente porque me gusta Mägo de Oz.
  •    Zoolander: De los más recientes. Otra vez en la vieja florería. Eso sí, no sé como (Escena desaparecida. Desaparecida. Fin), pero terminé con la mirada fija, perdida (como hago siempre, que puedo pasar varios minutos sin parpadear), y para sacarme del trance, Geropa me largó un "Eh, Zoolander". Risas y quedó.
  •    Flema: Esta historia es cortita como un punk rock. Tocaba Flema en Resis, ese entonces yo salía de gira con Lucas, Lean, Sabri, etc. Les rompí los huevos para ir. Lean aceptó. Él no sabía que me gustaba Flema (en ese entonces era re fiebre) y desde entonces me llama así. Fin.
  •    Escocés: Todos saben que me gusta el whisky. Todos saben que mi barba es colorada. Todos saben que me gusta Dropkick Murphys, una banda de irish punk (Irlanda, Escocia... es la misma mierda, los dos tienen gaitas). Todo es propicio para dar lugar a este sobrenombre.
  •    Jim Morrison: Ya estuvo Robert, ya estuvo Geropa, tenía que aparecer también el Tarta (pa que se entienda, son hermanos). También de hace poco, voy a saludarlo cuando le dieron vacaciones de la Prefectura y, como últimamente me estoy dejando el pelo largo (mirá que te tiene que dar paja ir a la peluquería, eh), al verme me comparó con el cantante de The Doors. Tenemos alguna que otra historia que nos involucra escuchando a Las Puertas al borde de la locura, pero eso es para otra ocasión... si es que las logro recordar, claro está.
  •    Turgon: Si no leíste El Silmarillion (algo así como la Biblia de Tolkien, el inicio mismo del universo donde se desarrollan El Hobbit y El Señor de los Anillos), te explico brevemente: Turgon es el rey de Gondolin, un reino escondido en un valle. Ningún foráneo sabe con exactitud donde queda y nadie puede entrar sin el consentimiento del Rey. Aclarado esto, Vero (la mayor Tolkiendil que conozco [bueno, tampoco conozco muchos]) decidió llamarme así por dos razones: porque Gondolin es mi reino favorito del libro y porque (casi) nadie sabe con exactitud dónde vivo y rehuso a revelar la ubicación de mis aposentos (los únicos de mis amigos que conocen mi casa son Jere, Geropa, Rodrigo, Johnny y algún que otro más. Todos porque tienen móvil y me llevaron hasta ahí para no hacerme caminar).
  •    Coriolano: No tengo mucho que decir sobre esto. Esperando para tomar un café, Sífilis me dijo "te voy a llamar Coriolano". El por qué nome quedó del todo claro. Ni siquiera recuerdo si me dió una explicación al respecto (últimamente tiendo a no prestar atención a lo que me dicen, no porque no me importe sino porque tengo la cabeza en otro lado). Supongo que será por Cayo Marcio Coriolano, un general romano del que incluso de duda que haya existido. Si el apodo viene a cuenta de este personaje, aún no me quedaría claro qué tiene que ver conmigo.
  •    Tapión: Este era tan obvio que casi lo paso por alto, por eso aparece último es esta lista. La escuché por primera vez en la escuela, de boca de mi profesor de Economía (un jodón bárbaro el tipo). Justo me había hecho una cresta punk, tal como el personaje, y además calzaba justo: Tapia, Tapión...

   Y bueno, hasta aquí la lista de sobrenombres de este servidor. Hubo otros en su momento pero ya cayeron en el olvido, como todo en la vida. Y seguramente habrá más, ya sea reemplazando a alguno de los actuales, o bien agregándose a la lista.

   Como sea, el nombre no importa. La rosa, con cualquier nombre, olería a rosa.
- No si se llamara apestosa.
+ O hedionda.
* Nadie regalaría una hedionda en San Valentín. Preferiría chocolates.
+ No si se llamaran chocovascas.