jueves, 10 de marzo de 2016

   La última vez que lo vi a Epifanio Gauna fue hace como un mes. Yendo al almacén de Norma pasé frente a su casa y, ya que lo vi afuera tomando mate, lo saludé. No me reconoció, como suele pasar cuando tenés 65 años y hace algunos años que no ves a alguien, por lo que me pareció correcto recordarle que yo era el nieto de doña Rosa, el hijo de la Margarita. Con su característica risa estridente me convidó un par de mates, me dijo que había crecido, preguntó por mamá y me pidió que le mande saludos. Fui al almacén y volví a lo de mi abuela pensando en que nunca lo había visto sin su boina y sin su sonrisa, y que tampoco había entendido nunca la mitad de lo que decía porque cada dos palabras en español metía una en guaraní, como es común en la gente de campo.

   Anoche llamaron a mamá avisándole que hubo un accidente en la curva de Ramada Paso. Una camioneta chocó a un ciclista que falleció en el acto. Hoy lo velaban a "Faño" en su casa y a la tarde lo llevaban al cementerio del pueblo.

   Mi tío nos pasó a buscar en la EcoSport para ir al velorio. Yendo por la ruta, comentando el accidente (hablando del rey de Roma...) nos cruzamos con la Hilux color champagne que lo había chocado a Gauna; un par de segundos bastaron para reconocer la patente y las marcas del siniestro en el frente de la camioneta. Durante todo el camino mis tíos, mi prima y mamá fueron recordando accidentes anteriores (de hace no mucho) y señalando los lugares donde habían sucedido. Yo me limité a tomar mate y mirar el camino.

   La boina estaba en el cajón, junto a su dueño, pero sobre su pecho, como un objeto preciado que alguien lleva al más allá, y no cubriendo la calvicie de la parte superior de su cabeza. Era la primera vez que lo veía así, y de paso la última.

   De nuevo en ruta, ya volviendo, recordábamos que nunca pudimos ganarle al truco, que (según decían), por devoción, tenía una estampita de Santa Catalina dentro suyo en su abdómen, y que siempre iba en bici por la banquina, pero anoche tomó la decisión fatal de ir por ruta. De frente vimos pasar una camioneta que llevaba un remolque enganchado y, sobre éste, un Ferrari. Pensé en que era una lástima no ver al Cavallino Rampante en funcionamiento (haciéndose mierda en la ya hecha mierda ruta 12) y en que, si muero en un accidente de tránsito, que haya un Ferrari involucrado en el. Morir golpeado por una Toyota Hilux es bastante común en estos días, y, como es poco probable que me recuerden por mi sonrisa o mi sentido del humor siempre alegre, que en mi epitafio figure que me fui de este mundo atropellado por un superdeportivo italiano. Estaría copado que se acuerden de mí cada vez que vean un Ferrari, como yo me voy a acordar de Epifanio cuando vea una Hilux color champagne, o alguien usando una boina y hablando en español entremezclado con guaraní, como es común en la gente de campo.

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